Recuerdo esos días en que la espera era parte del mensaje.
Nací en los 80, una época en el que el sonido de un teléfono de disco era un evento, y una carta era un tesoro. Mi hermano, por motivos de trabajo, pasaba largas temporadas fuera de la ciudad, y la forma en que manteníamos la conexión no era instantánea, sino personal y emotiva.
Esperábamos con ansias la llegada de sus cartas, escritas a mano, con su letra única que nos transmitía su cariño a cada uno de los integrantes de la familia. Cada línea nos hablaba de lo mucho que nos extrañaba. Y cuando tocaba esperar la llamada en el” Telecom”, había una emoción única, casi como un ritual. Esos minutos al teléfono eran sagrados, un momento para ponernos al día, compartir risas y escuchar su voz después de tanto tiempo.
Hoy, la forma en que nos comunicamos ha cambiado demasiado. Tenemos el mundo al alcance de nuestras manos. Un familiar se va de viaje y podemos ver su foto en tiempo real, hacer una videollamada desde la cima de una montaña o enviarle un mensaje de voz en un instante. La barrera de la distancia se ha desvanecido, trayendo una serie de beneficios considerables: la inmediatez, la posibilidad de conectar con personas de todo el planeta y la facilidad para acceder a una cantidad de información sin precedentes.
Sin embargo, en esta avalancha de conectividad, ¿hemos perdido algo de la esencia? La comunicación se ha vuelto más eficiente, pero a veces, menos intencional. Un emoji reemplaza una carta, un mensaje de texto rápido sustituye una llamada. Es fácil caer en el riesgo de la desconexión emocional, de perder el valor de la espera , de perder ese toque personal que solo se consigue cuando le dedicas tiempo.
Creo que nos conectamos constantemente, pero ¿estamos realmente comunicándonos? La sobrecarga de información también nos obliga a desarrollar un nuevo tipo de filtro, a diferenciar qué es valioso y qué es simplemente ruido. Es una habilidad crucial en el mundo actual.
Esta reflexión no es para idealizar el pasado o rechazar nuestro presente. Es una invitación a encontrar el equilibrio. A aprovechar las novedosas herramientas que la tecnología nos ofrece para estar más cerca, sin olvidar el valor de ser autentico y el contacto humano.
En Gen3sis, hemos hecho de esta filosofía nuestra misión. Nos enfocamos en ir más allá de la inmediatez, creando soluciones que no solo facilitan la comunicación entre empresas y clientes, sino que la hacen más genuina y significativa. Entendemos que en un mundo saturado de información, lo que realmente genera conexión es el valor que se entrega. Por ello, nuestro objetivo es que cada interacción con un cliente no sea solo un intercambio de datos, sino un momento esperado, que resuelve un problema o que contribuye a la planeación de un futuro mejor.
Así como en el pasado, una llamada en el «Telecom» era un evento que se esperaba con emoción por lo que significaba, en Gen3sis buscamos que cada una de nuestras interacciones sea un punto de conexión genuino y valioso. Transformamos la simple comunicación en una relación de confianza duradera, demostrando que la tecnología es un puente, no un muro, y que lo que realmente importa es el impacto que deja el mensaje.
Milena Rodriguez
Área Comunicaciones Gen3sis